El destino turístico más antiguo del Caribe mexicano, la isla de Cozumel, sobrevive en malas condiciones, dependiendo de una industria rapaz: los cruceros.
Crédito: Fernando Martí / Velio Vivas
El 28 de julio de 1993, durante la gestión del gobernador Mario Villanueva, los habitantes de Cozumel recibieron una de las noticias más tristes de su historia: la creación del municipio de Solidaridad, con base en un decreto de la Legislatura local, maniobra mediante la cual la isla perdió 4 mil 431 kilómetros cuadrados de territorio continental, que constituían el 90 por ciento de la superficie del municipio.
De esa manera Cozumel se vio privado, a la mala, de la posibilidad de convertirse en un emporio turístico de primer orden, pues la zona cercenada alberga hoy en día, apenas dos décadas después del despojo, el inventario hotelero más grande del país, superior incluso al de Cancún, mientras Cozumel, constreñida a sus 461 kilómetros cuadrados de superficie insular, enfrenta desde hace años una crisis de pronóstico reservado.
Esa realidad es doblemente afrentosa si se considera que Cozumel fue, junto a Isla Mujeres, la vanguardia turística del Caribe mexicano, y el primer sitio en Quintana Roo donde el turismo se convirtió en una actividad económica organizada.
La isla tiene una historia que parece novela. Visitada por el conquistador Juan de Grijalva en 1518, ahí se celebró la primera misa en territorio mexicano. Un año después, al arranque de su viaje de conquista, Hernán Cortés, incorporó a su expedición a Jerónimo de Aguilar, un náufrago español que, como traductor, sería un personaje clave en las gestas iniciales de la Conquista. Despoblada un par de siglos durante la Colonia, en 1847 se convirtió en refugio de 51 familias criollas provenientes de Valladolid, que huían de los horrores de la Guerra de Castas. Ese núcleo fundador, al que pronto se unirían algunos centenares de mestizos, definió el perfil que tendría Cozumel los siguientes cien años: una sociedad agrícola.
El turismo llegó en la década de los 50s. Un hotelito aquí, otro acá, la isla empezó a figurar en los mapas turísticos del Caribe. A fines de la siguiente década, el aeropuerto recibía vuelos regulares de Mérida y Miami, y el crucero Ariadne empezó a fondear frente al puerto. A la vez, Cozumel adquirió en pocos años renombre como meca mundial del buceo, dada la calidad y belleza de sus múltiples arrecifes.
Descubierta su nueva vocación, las inversiones empezaron a fluir. En la década de los 70, el numero de cuartos se incrementó a mil 668 (no muy a la zaga de la oferta de Cancún), con dos zonas hoteleras bien definidas. Los números siguieron a la alza en los años siguientes, cuando las cadenas hoteleras llegaron a ocupar su lugar en el paisaje. Es difícil precisar cuando se detuvo ese impulso, tal vez resultado de múltiples factores.
El cronista de Cozumel, Velio Vivas, aporta su versión de los hechos: “A partir del éxito de Cancún, se dejan de construir hoteles en Cozumel, en buena medida porque los terrenos costeros son propiedad de locales, muy reacios a soltarlos. Luego se empiezan a cancelar los vuelos, tanto del centro del país como de la Unión Americana. Pero la culpa no es de Cancún, sino del gobierno federal. Simplemente, se les olvidó que Cozumel existía.”
A quien no se le olvidó fue al gobernador Mario Villanueva, quien ordenó al Congreso local erigir el octavo municipio del Estado en homenaje a su mentor, el presidente Carlos Salinas de Gortari, dándole el espantoso nombre de un programa de gobierno: Solidaridad. Una crónica detallada de ese despropósito se encuentra en el capítulo El paraíso mutilado, del libro Fantasía de banqueros II, que se puede solicitar sin costo al correo fantasiadebanqueros@gmail.com.
Limitada su oferta al sol y la playa, sin ventajas competitivas, el turismo en Cozumel se ha venido apagando gradualmente y, peor aún, se volvió un modelo dependiente de una sola actividad: los cruceros. Pero la industria náutica ha crecido en base a un modelo excluyente, monopolista, que beneficia muy poco a la población local e impide otras opciones de crecimiento.
Concluye Velio Vivas: “Aquí no hay resentimientos contra nadie, al menos yo no los he palpado. Entendemos el nacimiento de Cancún, nos entusiasma el éxito de la Riviera Maya. Pero nuestra situación nos causa frustración. Yo preguntaría, ¿éste es el destino que merece Cozumel?”