Pese a la notable saturación de la zona hotelera, todo indica que prevalecerá el criterio de crecer sin límites.
Crédito Fernando Martí / Cronista de la Ciudad
Hace exactamente una década, en el año 2009, siendo titular de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente, el político yucateco Patricio Patrón decidió que Cancún debería dejar de crecer. Haciendo eco a las voces que aseguraban que el destino estaba saturado, Patrón asumió que le correspondía a su oficina poner un límite, y mando a sus inspectores a clausurar ampliaciones y desalojar turistas.
Obviamente, todo mundo protestó. Los hoteleros, el alcalde, el gobernador, todos formaron un amplio coro que salió a litigar el asunto en los medios de comunicación. Tuvo que intervenir entonces el superior jerárquico de Patrón, Rafael Elvira, quien propuso que la mejor manera de saber si Cancún estaba saturado pasaba por saber cuántos cuartos tenía.
La tarea de contarlos fue encomendada a la Universidad del Caribe, cuyo rector, Arturo Escaip, adoptó un criterio que él llamaba científico, pero que en realidad era aritmético: una llave, un cuarto. Esa óptica no convenció ni a su propio equipo, encabezado por una académica muy competente, Marisol Vanegas, quien se inclinaba por un conteo técnico: no las llaves, sino la capacidad de cada cuarto de alojar huéspedes.
Al final se terminaron peleando, el rector sosteniendo que Cancún tenía unos 25 mil cuartos de hotel, la experta proclamando que su cuenta le daba 38 mil. Una diferencia enorme, que explicaba los arrebatos de Patrón e instaba al Ayuntamiento a tomar cartas en el asunto, pues es evidente que la zona hotelera no puede crecer ad infinitum.
Cualquiera que tenga dos dedos de frente acepta eso: la isla no puede ampliarse ni estirarse (salvo hacia arriba), pero el sentido común indica que sería sensato establecer un máximo, y para hacerlo no hay que esperar que las playas se saturen y los servicios se colapsen. A tal efecto existe un documento que se llama Plan de Desarrollo Urbano, el famoso PDU, que establece la densidad máxima de cada lote urbano, incluidos los hoteleros, fijando un tope que se supone inamovible.
El problema ha sido que el Ayuntamiento, una y otra vez, ha movido a su arbitrio el tope inamovible, la más de las veces por ignorancia, pero siempre con un tufo de corrupción. El plan original de Cancún, el llamado plan maestro, preveía la construcción de 22 mil 500 cuartos, pero esa cota máxima se rebasó hace más de 20 años. Un recuento detallado de ese manoseo continuo al PDU se encuentra en el capítulo Un destino de clase mundial, del libro Fantasía de banqueros II, que puede solicitar sin costo al correo fantasidebanqueros@gmail.com, en versión PDF.
Pero todos los problemas tratados ahí persisten: no sabemos cuántos cuartos tiene Cancún, que en los últimos diez años ha seguido creciendo, pero hacia arriba, construyendo más cuartos en los mismos lotes. Es inútil señalar culpables, pues todas las franquicias hoteleras han utilizado esa estrategia: Camino Real, Presidente, Hyatt, Oasis, los Palace, los Royal (hasta el modesto Playa Blanca de 72 cuartos, que hoy es un faraónico Temptation de 450). Lo que sí sabemos es que los servicios ya se están colapsando, empezando por el bulevar Kukulcán, que día a día registra embotellamientos kilométricos.
Hasta dónde vamos a llegar? Sólo hay dos respuestas posibles, que derivan de la experiencia de otros centros turísticos que ya vivieron esta pesadilla. La primera es parar, hacer un amplio acuerdo que acepten todos (autoridades, hoteleros, ambientalistas, sociedad civil), y ahora sí, fijar un tope inamovible, que garantice que la zona hotelera mantendrá su atractivo. La otra es seguir construyendo hasta que reviente, llenar de concreto cada hueco posible, abaratarlo al límite, sacarle hasta el último peso.
Los datos del presente, aunque sean otros, no permiten ser optimista. Desde su conferencia mañanera, López Obrador anunció hace pocos días la construcción de otras 3 mil llaves en la zona hotelera, el conjunto Grand Island (“la más grande inversión en 30 años”, presumió), que de acuerdo a la Sectur no va a saturar nada, “porque ya estaban autorizados”. Y si no lo están, tampoco habría problema: el Cabildo tiene contemplado actualizar en 2020 el PDU y revisar de nuevo el tope inamovible. No hay que ser adivino para anticipar el resultado.