En menos de 25 años, la Riviera Maya superó a Cancún en capacidad hotelera, replicando el mismo modelo de crecimiento.
Crédito: Fernando Martí / Cronista de la Ciudad
A mediados de la década de los 90s se llamaba Corredor Cancún-Tulum y era un destino de playa más bien modesto. En sus 125 kilómetros de extensión, apenas operaban unas 3 mil habitaciones hoteleras, una fracción de las 20 mil que ya sumaba Cancún. Por lo general se trataba de paradores aislados, que por necesidad adoptaban el modelo de todo incluido, por su lejanía de los centros de consumo.
Pero a partir de 1997, el proceso se disparó. Testigo privilegiado de ese proceso fue el entonces secretario federal de Turismo, Óscar Espinosa Villarreal: “Por instrucciones del Presidente Zedillo, efectué una gira por España con la intención específica de atraer capitales. Fue una visita muy exitosa, encontré un enorme apetito por invertir. La magia del Caribe mexicano tenía hipnotizados a los inversionistas. En una sola reunión de trabajo, las principales cadenas hispanas se comprometieron a construir 10 mil habitaciones hoteleras en la zona.”
Una visión similar tiene quien era responsable de la promoción turística de la zona, Martín Ruiz Cuevas: “Las cadenas hoteleras españolas se dejaron venir en bloque. Estaban literalmente desesperadas por invertir, porque las cajas de ahorro se asociaban con ellos, o les daban créditos con intereses ridículos, a plazos larguísimos, de 30 años o más. Era el negocio de la vida.”
Resultado de ese frenesí pero sobre la marcha, sin plan maestro ni organismo rector, el Corredor empezó a crecer de manera explosiva y desordenada. Siguiendo el ejemplo de las inversiones pioneras, entre las que destacan el fraccionamiento Playacar, el desarrollo náutico Puerto Aventuras y el parque Xcaret, todos iniciados a fines de los 80s, desarrollos turísticos de todos colores y sabores empezaron a surgir al margen de la carretera.
Un recuento más o menos detallado de ese proceso febril se encuentra en el capítulo La fábrica de las ilusiones, del libro Fantasía de banqueros II, que se puede solicitar sin costo al correo fantasiadebanqueros@gmail.com. Una historia asombrosa, que incluye el cambio de nombre (de Corredor Cancún-Tulum a Riviera Maya), el primer plan de ordenamiento (el famoso POET), el surgimiento de dos tres nuevos municipios (Solidaridad, Tulum y Puerto Morelos), y la creación de un multi-destino que en tamaño superó con creces a Cancún.
Hoy en día, la Riviera Maya es una línea casi ininterrumpida de hoteles de 130 kilómetros de longitud, donde se apiñan más de 50 mil habitaciones (y siempre hay algunas miles más en construcción), que alojan cada año casi cinco millones de visitantes. Pata atender esa multitud, la geografía de la costa suma lossiguientes elementos:
- Los cinco hoteles más grandes del país, con una media de tres mil habitaciones…¡cada uno!
- Fábricas de comida precocida que pueden preparar 50 mil porciones diarias.
- La cadena de parques de diversiones más extensa de México (Xcaret, Xel-Há, Xplor. Xenses, Xoximilco), con cerca de dos millones de visitantes.
- La segunda zona arqueológica más visitada del país, Tulum.
- Un rosario de campos de golf, de marinas, de delfinarios, de cuevas y cenotes, de ranchos hípicos, de lienzos charros, y un catálogo de excursiones de pesca, de buceo, de acampada, de caminata, de observación de aves, de exploración de la selva, y de contacto con las comunidades.
Aunque los turistas no lo notan, todo eso funciona como una fábrica precisa, con sus cadenas de montaje, sus cuotas de producción y sus estándares de calidad, que sin duda se encuentran entre los más sofisticados del mismo. Y desde luego, funcionan en perfecta sincronía con sus vecinos, que más que competencia son complemento: Tulum, Puerto Morelos, Valladolid y Chichén Itzá (en Yucatán), Cozumel, Isla Mujeres (con todo y zona continental), y desde luego Cancún.
Ese texto compara a la Riviera Maya con una fábrica de ilusiones (también podrían ser experiencias, o sueños, o fantasías), pero la denominación se queda corta. En justicia, ese apelativo le viene bien a todo el estado de Quintana Roo.