El edificio más original de Cancún, la torre de control del viejo aeropuerto, fue declarada Símbolo de la Ciudad, pero se ubica donde nadie la puede ver.
Crédito Fernando Martí / Cronista de la Ciudad
¿En qué se parecen la Torre Eiffel de París, la Estatua de la Libertad de Nueva York, el Cristo del Corcovado de Río de Janeiro, la Torre del Big Ben de Londres y el Ángel de la Independencia de la Ciudad de México?
En dos cosas. Primero, que se trata de estructuras únicas, muy originales, que no se parecen a ninguna otra, y que cualquiera identifica al primer golpe de vista. Y segundo, que se han convertido en el símbolo de una ciudad, un factor de identidad para sus habitantes, y un trazo inconfundible y entrañable para los forasteros.
Ese parecía ser el caso de la vieja torre del aeropuerto de Cancún, que por unos años estuvo cerca de ubicarse en esa categoría. Una revista, Pioneros, la incluyó en su logotipo. Otro tanto hizo la asociación Pioneros Fundadores. Por decisión unánime del comité organizador, figuró también en el emblema del 40 Aniversario de Cancún.
Y en 2001, por iniciativa de un grupo de ciudadanos que contó con el respaldo de la alcaldesa Magaly Achach, se convirtió en un vistoso monumento que parecía dar la bienvenida a los visitantes de Cancún, en la glorieta que se encontraba a la entrada a la ciudad.
Incluso, el cabildo (no el de Magaly si no, doce años después, el de Julián Ricalde), emitió después un acuerdo que la declaraba Símbolo de la Ciudad, el cual sostenía que la torre, aparte de ser original, se identificaba a la perfección con los orígenes de la ciudad, pues se trataba de un edificio elaborado con los elementos de la selva y con las técnicas de construcción de los mayas, pero tenía el propósito moderno de auxiliar a la navegación aérea, y en forma simbólica, de garantizar la seguridad a los viajeros que llegaran por esa vía, que es una forma de darles la bienvenida.
En ese mismo acuerdo, siguiendo el ejemplo de la Ciudad de México con su Ángel, el cabildo instruyó al Instituto de la Cultura para que convocara a un concurso nacional, cuyo objetivo sería diseñar un logotipo de la torre, que se pudiera incluir “en la papelería oficial, en las carteleras, en los desplegados de prensa, en la folletería turística, en las páginas electrónicas y en el equipamiento del Ayuntamiento”.
Eso nunca sucedió. Lo que sí sucedió es que la réplica de la torre fue demolida para construir el Distribuidor Vial, y que la segunda réplica, producto de una enérgica protesta ciudadana, quedó instalada sobre un cruce de avenidas de alta velocidad, inaccesible para el público, y totalmente invisible para los conductores que transitan la rotonda, que por necesidad concentran la mirada y la atención en el intenso tráfico.
Tal vez sería bueno, ahora que se acerca el 50 Aniversario, pensar si vale la pena reubicar la torre y darle nueva vida como Símbolo de la Ciudad. Las razones que esgrimió el Cabildo siguen siendo válidas: es un edificio histórico, enraizado en los orígenes del proyecto, vinculado a la modernidad, identificado con la vocación hospitalaria de Cancún, y sobre todo, muy original, que no existe en ninguna otra parte del mundo. En una palabra, único.
Al parecer, existe un Comité Organizador del 50 Aniversario. Y digo al parecer porque, si bien se instaló el pasado 19 de agosto, en las seis semanas transcurridas desde entonces adquirió la misma calidad que la torre: se volvió invisible. No se ha reunido, no ha convocado a nada, no ha recibido ninguna propuesta. Pues aquí va la primera: hay que reubicar el símbolo de la ciudad.
Recuadro
Una historia detallada de la la torre original y sus réplicas se encuentra en el capítulo Una modesta torre de palitos, del libro Fantasía de Banqueros II. En versión electrónica, el capítulo se puede solicitar sin costo al correo fantasiadebanqueros@gmail.com